China piensa en décadas mientras las democracias piensan en ciclos electorales

El último artículo del Dr. A.K. Chaurasia reabre el debate sobre si los ciclos electorales democráticos están debilitando la capacidad de planificar el desarrollo a largo plazo. El texto plantea que los mandatos de cinco años suelen desviar o retrasar proyectos de infraestructura e industria de carácter transformador. Para ello cita el análisis de Navroop Singh sobre el enorme superávit comercial de China y el crecimiento de su sector manufacturero. Según el autor, esto crea un choque directo con proyectos cuya ejecución prevista abarca entre diez y veinte años, ya que los gobiernos cambian y las prioridades se ajustan con cada elección.

La situación contrasta con la política industrial china, diseñada para varias décadas, como recuerda Chaurasia. Al no depender de elecciones, Pekín puede planificar e instalar capacidad productiva —en manufactura, tecnología e importaciones— mucho antes de que el resto del mundo la necesite. Los beneficios estructurales de esta estrategia de largo alcance permiten a China potenciar sus ciclos políticos de una forma difícil de replicar para las democracias.

Superávit comercial de China

Según el análisis de Navroop Singh, China sigue inundando los mercados globales con exportaciones subvencionadas en volúmenes que ningún competidor puede igualar. El superávit comercial de bienes superó el billón de dólares en 2024, como confirmó inicialmente el Financial Times, con exportaciones crecientes hacia el Sudeste Asiático impulsadas, además, por la amenaza de nuevos aranceles estadounidenses.

El impacto de la continuidad de las políticas chinas se aprecia en sectores como juguetes, acero, maquinaria y electrónica. Décadas de acumulación de capacidad han permitido a las empresas chinas competir en mercados donde el entorno regulatorio local es menos estable. Los productores de juguetes y acero en India, frecuentemente citados como ejemplo, no logran mantener el ritmo precisamente porque las políticas estatales se modifican cada vez que hay elecciones.

¿Ventaja estructural o desequilibrio político?

Chaurasia sostiene que el enfoque de largo plazo de China proporciona una ventaja estructural que las democracias no pueden replicar fácilmente, salvo que exista un compromiso de continuidad entre los distintos partidos. Muchos países democráticos han intentado aplicar planes plurianuales, pero la dinámica electoral suele interrumpir la ejecución, los presupuestos o las prioridades políticas. A medida que aumenta la competencia global, los países con políticas industriales estables tendrán una ventaja frente a aquellos condicionados por los cambios políticos.

Los economistas advierten que esta brecha podría ampliarse. China continúa invirtiendo de forma masiva en producción de alta tecnología, vehículos eléctricos, energías verdes y semiconductores, todo ello respaldado por subsidios estatales de largo plazo. Las democracias podrían verse obligadas a replantear sus modelos de desarrollo si quieren competir con una visión industrial que China ha construido durante décadas.

El argumento de Chaurasia refleja una preocupación creciente: ¿están los modelos de gobierno basados en ciclos electorales demasiado limitados para el entorno económico global actual? Los gobiernos sujetos a mandatos de cinco años enfrentan más presión para adoptar planes estratégicos y estables, mientras China consolida ventajas industriales a largo plazo. Sin mayor continuidad política, las democracias corren el riesgo de quedarse atrás en manufactura, tecnología y competitividad comercial.